jueves, 28 de mayo de 2009

Peregrinos.

La vida es un luchar intensamente, empezar a gastar los minutos del día que nos regala Dios cada mañana, muchos han quedado en el camino, incluso desde antes de ver nacer el primer sol en sus vidas, otros a merced de diversas situaciones que al vivir nos enfrentamos, para este largo o breve proceso no existen medicinas, pócimas o remedios.
Brujos, chamanes o espiritistas, babalaos o curas, monjes tibetanos, sanadores de sectas seudocristianas o vírgenes entarimadas y sujetas a las manos de aquellos que la cuidan y la retocan, paseándola en andas por las callejuelas repletas de fanáticos en días de celebración.
Para ese arte de saber vivir y aceptar que entramos impreparados mas de las veces a la lotería del vivir, no existe indicativo alguno.
Pero tenemos atenuantes que Dios puso para sobrellevar las cargas, tenemos a los amigos, la familia y las ideas, libros, conceptos y hasta porque no, el patriotismo.

Como complemento existen para nuestro disfrute los paisajes maravillosos de lagos, ríos y mares, playas que parecen no haber albergado jamás huella humana, se antojan listas para ser profanadas caminando desnudos y gritando como locos versos de Lorca o de Neruda, Guillén, Benedetti.
Amarse hasta que los labios sangren y la piel se roce con la fricción y después tendidos, besar las estrellas y cantar a la luna ebrios de sensaciones y gozo.
Riscos que dominan enormes acantilados desde donde se divisan veleros que pasan a lo lejos, como luciérnagas trazan en el mar líneas multicolores y si aguzamos el oído se escuchan las canciones derramadas en el mar como sinfonía de roqueros norteamericanos de los años setenta.
Caminar por las callejuelas adoquinadas de los barrios porteños, dejándonos llevar por los olores delicados y aromáticos de los guisos que las mujeres preparan a los marineros que vienen hambrientos de todo y sedientos de amor.
Corro por tus brazos, y me acurruco entre tus pechos que desbordan sus prisiones, altivos y deseados, centrados de pezones negros que mordieron los ojos de mil hambrientos pero nunca fueron obsequiados.
Si miro al otro lado que motiva mi existencia, los veo corriendo cerca de mí en una nube de polvo y mugre, sudados y felices camino del mundo de los sueños, convertidos en piratas y corsarios, justicieros y valientes conocedores de cuanto secreto alberga el mar profundo, sin haber salido nunca del entorno de un libro.

Encantadores amigos de la infancia que no acaba, al recordarlos, aunque muchos se han perdido en las vueltas del camino, persiguiendo solo Dios sabe que extraños y bellos sueños, tengo la impresión que deben ser mejores que los nuestros por que no dan viso de regreso.

Vuelco mi corazón en estas cosas, para olvidar lo duro de la faena, la triste encomienda de la maldad y el egoísmo que orilla a buscar refugio en las cosas sencillas y pasajeras, en la quimérica ilusión de un mundo que no tiene mas orden que cerrar los ojos y dejarlo ser. Hasta completar el ciclo, agradecidos al creador.

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