lunes, 14 de septiembre de 2009

Colita.


Colita es una gata muy bella. Se toma la leche y ronronea despacio, casi sin que se note. Le pusimos así por tener la cola blanca en un cuerpo de color negro. Levanta el rabo para caminar. Parece la antena de un coche. Colita se duerme en el sofá y sospecho que es amiga de los ratones. Pero esto es una broma mía, tal vez por amistosa. Una vez, comenzó a llover muy fuerte, como llueve en el campo, donde parece que el cielo se va a desgajar y el agua corre por los tejados y salta contra los vidrios de las ventanas y en un segundo se llena el patio de charcos. Sucedió que estando esa tormenta en su máximo esplendor, comencé a llamar a Colita, la llamé en el cuarto, en la sala, por el corredor de madera. Nada, no respondía. Me preocupe un poco, pero mi madre dijo, debe estar escondida. A los animalitos les dan mucho miedo los truenos y las tormentas. Nos fuimos a dormir temprano, es muy agradable dormir cuando esta lloviendo, acurrucaditos y bien cobijados hasta el cuello. Después de habernos despedido todos, apagaron las luces y me quede profundamente dormido. Soñé que viajaba en una alfombra mágica. Pero no una común y corriente, una alfombra de verdad. Persa, de hilos verdes y nudos de oro que resplandecían a la luz de la luna. Volaba sobre mi casa y sobre los campos y veía como dormían los animales de la granja. Los caballos echados de lado estiraban las patas bien dormidos. Lo más curioso era que podía doblar hacia un lado u otro, solo con desearlo. Y saben quien me acompañaba, pues Colita, ronroneando por toda la dichosa alfombra. Hasta que en una de esas, ¡zaz!. En una vuelta inesperada se suelta y desliza por el borde y queda colgando de las patas. Comienzo a moverme para rescatarla y me doy cuenta que estoy atrapado. Algún mago Oriental me ha pegado a la alfombra. Nada. No puedo dar un paso. La angustia comienza a invadirme. Mi gata maúlla cada vez mas fuerte. Esta a punto de caer. Atino a soltarme y la tomo por el lomo. Depositándola a mi lado nuevamente. Agradecida Colita, me da un beso a su estilo. Pasando su lengua, fría y áspera por mi cara. Mientras, veo acercarse a un Árabe enfadado con una Cimitarra bien afilada. Despierto asustado. Mi madre tira de mis pies para irme al colegio y mi gata me lame la cara mientras estoy enrollado en la cobija verde de nudos de oro.

1 comentario:

Meulen dijo...

Me gusto tu relato...los gatos son el unico animal doméstico que a pesar de todo no ha vendido su alma al hombre...pero ahi estan !!